martes, 29 de septiembre de 2015

Tipos madrileños II: La cigarrera por Jackson Veyán








Cigarrera. Fot. Univ. Sevilla



Hoy  vamos a referirnos  a evocadora  figura o tipo madrileño de  “La cigarrera”.  En el barrio de Embajadores, situada en el corazón de los populares barrios bajos madrileños se erigió a finales del siglo XVIII un edificio que a comienzos del siglo XIX, durante la ocupación francesa paso a destinarse a fábrica de tabacos, y así permaneció  hasta el año 2000. La popular Fábrica de Tabacos, o Tabacalera  de sobra conocida por todos los madrileños y hoy reconvertida en especaio de promoción del arte ( fundamenteamnet del arte visual) .





Su importancia fue fundamental desde mediados del XIX a mediados del siglo XX, siendo una de las industrias, sino la única asentada en el centro de Madrid, que  concentraba una población asalariada que osciló entre las tres mil y las casi seis mil personas, mayoritariamente mujeres. Y además, no de cualquier mujer, sino de mujeres de “armas tomar” o levantiscas, puesto que protagonizaron en diferentes momentos historicos motines (así cuando trató de introducirse en la fábrica maquinaria para liar el tabaco), de lo que se hacen eco los principales  periódicos  de la época
 
Foto Fabrica de Tabacos de Madrid
 

La salida de la fábrica de esa riada de mujeres debía de ser todo un espectáculo, que levantaba el imaginario popular. Y así la figura de la cigarrera ocupó su propio puesto en la literatura y en el teatro, como una mujer jovial y alegre, provocadora, descarada, combativa y laboriosa, no sólo en Madrid, sino en otras capitales como Sevilla , Valencia, Cadiz, La Coruña….

 Como siempre os dejamos con  el retrato de Jackson Veyán


La cigarrera. Il. Montegud



Quien no haya visto á la Puri
y no conozca sus prendas,
que en la Fábrica pregunte
y le dirán quién es ella.

Una morena graciosa,
más graciosa que morena;
con unos dientes tan blancos
que me río de las perlas,
cuando en dos filas iguales
al sonreír los enseña;
con una boca tan chica,
que el suspirito que vuela
y buscando la salida
a sus rojos labios llega,
antes de salir, dios sabe
el trabajo que le cuesta.

Una chula de una vez,
con andares de princesa,
con dos ojazos más grandes
y más negros que su pena,
y eso que nació la pobre
con una suerte bien negra,
pues dió su madre la vida
cuando le dió la existencia.

El padre no se enteró
de que tal hija tuviera,
hasta que de madrugada,
al salir de la taberna,
y entrar en su cuarto bajo
de la calle de las Velas,
en un rincón, medio à oscuras
vió difunta a su parienta,
y en otro rincón, llorando,
a una vecina ya vieja
que tenía à la chiquilla
entre unos trapos envuelta
y con tal hambre atrasada
que ya buscada la teta
metiendo la cabecita
en la toquilla mugrienta.

De caridad la criaron:
y se crió sana y buena
rodando de madre en madre:
siempre con la boca abierta
esperando la limosna;
siempre con cara risueña
agradeciendo el favor,
y siempre bonita y fresca
como una rosa de Mayo.

¡La caridad es tan bella
que todo cuanto cobija
con su mano lo hermosea!
Cuando cumplió los tres años
se quedó sola en la tierra.

Al padre lo hallaron muerto
un día entre dos botellas
de aguardiente, achicharrado
por la combustión interna,
sólo, y sin que una campana
tocase á fuego siquiera.

Y se hizo mujer la Puri;
pero, una mujer completa,
y en la sección de liados
no hay quien los dedos la vea
cuando sin descanso envuelve
cigarrillos de á cuarenta.

Labor fina es su labor;
y tan fina y tan selecta
y de tan rico perfume
que parece de la Vuelta
de Abajo la picadura
que en blanco papel encierra.

El cariñito de su alma
tan grande, desde pequeña
lo tiene dentro encerrado,
y á veces, sin que lo advierta
la interesada, se asoma
y ardiente relampaguea
en sus ojos, escondido
entre las pestañas negras
como diciendo impaciente:
«Caballeros, ¿quién me estrena?»

Pero aunque tanto la miran
y aunque tanto la requiebran,
no encontró la pobre Puri
un hombre como el que sueña.

Un hombre honrado y formal,
de esos que quieren de veras;
que buscan á una mujer
para llevarla á la iglesia
con su vestidito negro
y con su mantilla negra,
y con el ramo de azahar
colocado á mano izquierda,
y bien cogida del brazo
robusto que la sujeta.

¡Brazo que siente el alivio
del peso de la herramienta!
Hombres firmes en querer
quedan pocos en la tierra:
por eso la pobre Puri
tendrá que morir soltera
en la sección de liados,
labor fina de á cuarenta,
sin saber á lo que saben
esas caricias tan tiernas
con que las madres endulzan
de sus hijos la existencia.
¡Sin sentir sobre su frente
un beso de amor siquiera!

José Jackson Veyan, La cigarrera.
Nuevo Mundo, 21 Marzo 1900.


Nuevo Mundo 19/03/1900. BNE


Fuentes:

Hemeroteca digital BNE

Fotos:
http://www.fotolog.com/pedronavazo ( Fabrica de Tabacos)

http://www.actualidaduniversitaria.com/2011/09/la-exposicion-la-real-fabrica-de-tabacos-en-accion-recorre-la-provincia-de-sevilla/ ( Cigarrera)

sábado, 19 de septiembre de 2015

Tipos madrileños I: El sereno, por Jackson Veyán








Vamos a iniciar una serie  de tipos madrileños retratados "a vuela pluma” por José Jackson Veyán , profesiones  que durante  el siglo XIX y comienzos del siglo XX  eran habituales de los madriles y hoy total o casi  desaparecidas , y que inundan la literatura y el teatro de la época . Evocamos en el recuerdo: el sereno, las castañeras, los aguadores, las modistillas, y como no el barquillero…Hoy empezamos por los todavía añorados “serenos”:










EL SERENO

Lechuza con farolillo:
mochuelo con gabán ruso:
búho con gorra de chapa
o murciélago con chuzo,
más que un ser humano es
un pajarraco nocturno.

Antes era observatorio,
aunque bastante confuso,
que pregonaba si el cielo
estaba claro u obscuro.

Reloj de repetición
que con grito campanudo
daba la hora por las calles,
y hasta daba los minutos;
pero el progreso, que en todo
se mete, lo dejó mudo,
y hoy es guardián del comercio
que ni aun así está seguro,
pues hay cacos muy serenos
en lo de andar al rebusco,
y con gran serenidad
dan al sereno un disgusto.

No todos son de Galicia,
pero gallegos hay muchos,
porque el oficio requiere
un carácter cachazudo,
y necesita de calma
mucho más que de discurso.

Él tiene del vecindario
formado el juicio más justo,
y sabe que las del dos
suelen recibir algunos
parientes del cuando en cuando,
y todos primos segundos.

Él sabe que a la del seis
suele acompañarla un viudo,
los impares, y un casado
los pares. Tiene dos turnos.

Él sabe que don Pepito,
que es un viejo verdi-rubio
en cuanto duerme a su esposa
se sale por esos mundos,
y vuelve  al amanecer
casi siempre dando tumbos.

Sabe que la del catorce
tiene el marido en consumos,
y cuando él está de guardia
le abre a un señor don Canuto,
que dice que va al tercero
y se mete en el segundo.

Él sabe que ha de dejar
entornado el treinta y uno,
porque hay unas señoritas
que dan clases de dibujo
y es claro que a todas horas
entran y salen alumnos.

Todo lo sabe el sereno,
y aunque viste paño burdo,
sabe distinguir de clases
y sabe ganarse un duro.

Desde las doce a las dos
no cesa nunca el tumulto,
y están las ochenta llaves
siempre en danza y siempre en uso.

A las tres llama en la tienda
de vinos de otro farruco,
que aunque está cerrada tiene
los parroquianos ocultos.

Allí se toma tres limpias
y como el invierno es crudo,
se acurruca en el portal,
y en menos de dos segundos,
aunque cantar le prohíben
roncando canta el Nabuco.

Como un gusano de luz
mal escondido en el surco,
allí termina la noche,
y antes que el sol rubicundo
vierta sus primero rayos,
se levanta taciturno;
apaga el farol; bosteza;
busca otra vez el refugio
 de la taberna; se atiza
dos del amilíco impuro,
se va derecho a su casa,
le da a su mujer el chuzo;
y cuando el mundo despierta
duerme para todo el mundo.

José Jackson Veyán
Libro de poemas ¡Allá va eso! 

1899