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Ruperto Chapí. Fuente BNE |
Con
ocasión del homenaje que el Teatro de la Zarzuela de Madrid dedica estos días al maestro Ruperto Chapí, con la representación
de la obra “Curro Vargas”, quiero destinar alguna entrada de este blog a la
colaboración de Ruperto Chapí y Jackson
Veyán, que se concretó en cuatro obras: una más conocida como “El barquillero”,
y otras que han caído injustamente en el olvido como “Los trabajadores”, “El sí
natural” y “La chica del maestro”.
Hoy
vamos a ocuparnos de “Los trabajadores”; situémonos…nos encontramos en Madrid a
comienzos del año 1891, concretamente en
el día 10 de un frio mes de enero ( las
crónicas hablan de temperaturas de 8 grados bajo cero), cuando en el Teatro Apolo, el maestro don Ruperto Chapí quien llegó a
ser uno de los músicos más importantes del panorama musical español de todos
los tiempos, con obras como la
Revoltosa, El Rey que rabio, El tambor de granaderos, La Bruja, la Tempestad o El puñao de rosas ( por citar alguna de las más
conocidas), y empezaba a despuntar en el género lírico ( tanto en zarzuela
grande como “género chico”) , estrena junto a José Jackson Veyán, el pasillo
cómico-lírico en un acto “Los trabajadores”, lo que constituiría su primera
colaboración.
La
obra es un éxito a su estreno y así siguió representándose durante varios
días en primera y cuarta función del
Apolo. Al día siguiente las críticas son buenas, un ejemplo representativo es el crítico
teatral de El Liberal de 11-1-1891
“TEATRO
APOLO “Después de La leyenda del monje
era lo único que le faltaba al teatro de Apolo: un éxito como el que se alcanzó
anoche la obra titulada Los trabajadores,
letra de D. José Jackson y música del tan inspirado como infatigable maestro
Chapí.
Y
no hay que decir que el público se mostró reservado, pues en cuanto se levantó
la cortina, empezó a aplaudir, primero al cuadro, que de verdad está muy bien
dispuesto y es alegre, después a la decoración, también muy hermosa, y que
valió la Sr, Amalio los honores del proscenio, que decía antes, y últimamente
al primer número de música-un precioso coro de herreros, carpinteros y albañiles-digno
en todo de su autor y que se repitió una vez, y que sin la impaciencia del
público por conocer los que seguían, se hubiera repetido otra vez.
Después
de todo fue viento en popa, y no podía menos, porque el libro es, en nuestro
concepto, de lo mejor que ha escrito el Sr. Jackson y los números de música no
desmerecen del de que a muestra que
hemos hablado.
La
obra está muy bien escrita y es muy entretenida, mereciendo especial atención
el parlamento tierno y bien sentido de un aguador que cuenta la historia de un
compañero que murió en Madrid, sintiendo la nostalgia de la tierra. Fue extremadamente
aplaudido y con justicia.
De
la música ya hemos dicho bastante, pero por si no lo fuera, añadiremos que se
repitieron cinco números.
Hay
trabajadores y trabajo en Apolo para mucho tiempo.
Al
final de la obra salieron a escena muchas veces los autores y los artistas, que
estuvieron muy bien, y de los cuales no citamos a ninguno por no citar a todos.
Sin
embargo cabe destacar la crítica de El Imparcial de 11-1-1891, en el que se
ofrece una visión completa de la obra y del sentido buscado por su autor.
“Es
eminentemente democrática la obra estrenada anoche. Llega hasta los umbrales
del socialismo, pero sin trasponerlos (1). Y de ella resulta la apoteosis del
trabajo, tanto más meritorio y hasta heroico cuanto menos retribuido. Los trabajadores vienen a ser un juguete
con tesis.
Lo
de la tesis fue, sin embargo, lo de menos para el público, porque éste iba
llamado por la música de Chapí, y a escucharla y aplaudirla se dedicó
principalmente desde que se alzó el telón hasta la última escena inclusive.
El
primer cuadro es muy notable, estética y musicalmente. En el patio de una casa
de vecinos aparecen grupos de carpinteros, albañiles, ribeteadoras, cerrajeros
y planchadoras, y allá en el corredor, una peinadora, todos los cuales
intervinieron por turno en el coro que, por lo hermoso, entusiasmo al auditorio
y fue repetido entre aplausos nutridísimos.
La
acción empieza a complicarse por efecto de los amores de un abogado “de pobres”
con una joven desgraciada, y aquí entra un toque dramático-popular, que
interesa y hasta conmueve.
Suenan
las doce, y los trabajadores abandonan sus faenas; pero antes de retirarse por
el foro vuelven a cantar, y el cantico se repite a instancias de casi todos los
espectadores.
El
motivo de ese cantico es una disputa o , mejor dicho, una polémica entre los
hombres y las mujeres sobre la desigualdad de sus jornales respectivos.
Y
por más que unas y otros se desgañitan, la desigualdad queda en pie.
Durante
la suspensión del trabajo llegan a la casa un mozo de lavadero, dos aguadores y
un actor viejo y tronado. De éstos los únicos que dicen algo de provecho son
los aguadores. Pachin cuenta a su amigo Xuan la historia de uno de Pravia que
durante catorce años llevó en Madrid la cuba al hombro, y falto de pulmones,
fue a morir en el hospital con la pena de no haber vuelto a pisar la tierra
nativa. Esa historia es verdaderamente patética. Al terminar, Pachin lloraba a
todo trapo. (2)
-Bah!...¡Cosas
de aguadores- decía él mismo-que hasta por los ojos echan agua!
Y
Pachin (Pepe Mesejo) fue muy aplaudido por lo bien que había contado la
historia de su paisano.
De
la letra es, quizá, esta parte la mejor de toda la obra.
Un
dúo entre la peinadora y el carpintero (Leocadia Alba y Emilio Mesejo), un
schotis cantado y bailado por Luisa Campos-en clases mozuelo calavera-y la jota
del final alcanzaron también los honores de repetición.
A
todo esto nada se había vuelto a saber de los enamorados, hasta que por fin se casan;
pero ya cuando estaba a punto de caer el telón. Si se descuidan un poco no
dejan sin boda.
En
suma Los trabajadores, juguete a ratos es una obra seria, que por igual honra
la autor de la letra y al de la música, quienes el público aplaudió de verdad e
hizo salir a escena multitud de veces.”
Dedicatoria del libreto |
Cuando
se publicó el libreto, José Jackson Veyán dedicó el mismo al Centro Instructivo
del Obrero, quien el 14 de ese mes le nombro Vocal de su Junta directiva
(gracias a mi tía Amalia tengo en mi poder el título de concesión con la firma de su Presidente, D. AlbertoAguilera (político, que fue gobernador civil, diputado, senador, Ministro de la Gobernación y alcalde de
Madrid – y que conoceréis los madrileños por la calle que lleva su nombre).
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Nombramiento como vocal de Jackson Veyán |
En
la representación de la obra confluyeron varias generaciones de actores, como José
y Emilio Mesejo o los Alba, el padre Tomas y sus hijas Leocadia e Irene (origen
de la conocida saga teatral Gutiérrez Caba). En agradecimiento a su labor Jackson Veyan le dedica unas palabras en el
libreto:
CUATRO
PALBRAS
Fuera
injusto si no hiciese contar a la cabeza de esta obra lo mucho que tengo que
agradecerá al cariño con que estudian sus papeles todos los artistas en
cargados de la interpretación.
Leocadía
Alba, inimitable en su peinadora.
Luisita
Campos, graciosísima en su difícil papel de sietemesino, y haciéndose aplaudir.
Irene
Alba, muy guapa en su costurera, y diciendo con naturalidad y sentimiento.
Pepe
Mesejo, apartándose de su constante tarea de hacer reír, consiguió un legítimo
triunfo en su difícil papel de aguador asturiano, diciendo los versos y sintiendo
las situaciones de maravilla, sentando para siempre su fama de notable primer
actor.
Manolito
Rodríguez, en el mozo de cuerda, hecho un “real mozo”, y en el cómico viejo,
hecho un jubilado del arte, con todo el haber que por clasificación le
corresponde.
Así
se caracteriza los tipos, y así se conquistan aplausos.
A
Emilio Mesejo le han hecho proposiciones varios maestros de obras. Tales son la
propiedad con que sierra y el ahínco con que cepilla. ¡Ole, por los carpinteros
que saben ganarse el jornal¡
De
Jerez, joven y aventajado actor, sólo diré que en primer pleito que tenga le
encomiendo la defensa, seguro de no pagar costas.
En
cuanto a sea ministro de Gracia y justicia, de abogado de los pobres lo elevo a
fiscalía del Supremo.
Pascual
Alba hace un zapatero aragonés que honra a la clase. Desde hoy queda encargado
del calzado de toda mi familia.
Ruesga,
Castro y Soler están dentro de sus papeles y merecen justa alabanza. La
salvador y la Banovio, hechas dos chulas de verdad.
Y
el coro de ambos sexos trabajando con fé; que no por ser humildes obreros han
dejado de contribuir al éxito.
Mi
enhorabuena a todos y a la Empresa que no ha omitido gastos en obsequio de la
obra
EL
AUTOR.
(1)
Lo dirá el crítico por el coro de planchadoras que ya
anticipamos en facebook y en el que las trabajadoras se quejan de cobrar menos
que los hombres?
"Yo no sé
por qué motivo
no ha de haber
aquí igualdad,
y el trabajo de
nosotras
vale siempre la
mitad.
Con la aguja
sin descanso,
Con la plancha
sin descanso,
desde que
amanece Dios,
y nos dan una
peseta
cuando al
hombre le dan dos.
Esto no es
posible;
no habiendo
igualdad,
hago el mejor
día
una atrocidad.
Si nos
pronunciamos
pronto debe
ser.
¡No hay mayor
desgracia
que nacer
mujer!"
(2)
La figura del
aguador característica en el Madrid de los siglos XVI a XIX, profesión
desaparecida con la canalización del agua a la viviendas. El aguador con una
cuba al hombro , subía por un precio no elevado el agua potable desde las
fuentes públicas a las casas ( las más pudientes y los eclesiásticos solían
tener fuente propia), y llego a ser una profesión reglamentada en el que el 96%
de sus miembros en Madrid eran de procedencia asturiana. Pio Baroja los
describe así; “El aguador era uno que daba cierto aire campesino a la calle.
Casi siempre asturiano o gallego, vestía con calzón corto, chaqueta pequeña, un
trozo rectangular de cuero sobre el pantalón en el muslo derecho, para apoyar
la cuba antes de echarla al hombre y una montera en la cabeza. El traje del
aguador era de un paño que ya no se ve en ninguna parte, macizo y duro como la
piedra. A veces el hombre llevaba patillas y a veces sotabarba; solía estar
sentado, esperando la vez sobre la cuba, alrededor de las fuentes viejas que se
llamaban de los antiguos viajes de Madrid, que eran de agua salina, agua gorda
que se consideraba, por puro misoneismo, mejor que el agua casi destilada del
canal de Lozoya.”
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Aguadores en la Fuente del Berro . Fuente memoriademadrid |
Para los
interesados en la lacrimógena historia que narraba Pachin y que hacia llorar al
público os la trascribo:
Situémonos en
la escena: dos personajes, Pachín un “verdadero aguador” ya viejo, y Juanón
recién llegado de Asturias- robusto y sano que contrasta con la palidez y
cansancio del primero.
Pachín cede su
cuba y su plaza de aguador a Juanón porque desea regresar a su aldea y en medio
de la conversación le relata la siguiente historia:
“Nos pasa a muchos lo que a Pedrín.
Él nuestro
oficio retrata.
Siéntate sobre
la cuba,
sobre el
verdugo descansa,
que cuando al
hombro la lleves,
se tomará la
revancha,
y acerca del
buen Pedrín
escucha cuatro palabras
(Juanón se
sienta sobre la cuba, y fuma una colilla que sacara de la oreja)
En una pequeña
aldea,
junto al
Concejo de Pravía,
a la orilla del
Nalón,
hermosa cinta
de plata,
en cuyo fondo
rebullen
las truchas
asalmonadas
En un pobre caserío
que a veces
inunda el agua
y con vergüenza
de verse
en el rio se
retrata,
Allí nació el
buen Pedrin
y pasó su alegre
infancia
entre verdes
maizales
y entre espesas
pumaradas.
Pedrín sabía
que a Oviedo
va una
carretera blanca
que a dos
leguas de la aldea
por entre
montes pasa,
y desde Oviedo
no habrá
a la tierra castellana
apenas ochenta
leguas
que a pie,
cualquiera las anda.
La codicia del
dinero
mordió a Pedrín
en el alma,
y con una muda
la hombro
en la punta de
una vara
dejo la aldea una noche
que llovía y
que tronaba.
Pedrin en la
villa y corte,
entre
ocupaciones varias
al fin se
agarró a la cuba
y de aguador
sentó plaza.
¡Nacido a
orillas de un rio
tenia afición
la agua!
En diez años de
trabajos
veinte onzas
fueron mandadas
con las que
compró su madre
dos tierras y
cuatro vacas.
También mandó a
su Blasina,
tres duros para
una saya
y otros dos
para un pañuelo
y unos
pendientes de plata.
Blasa lo quería
tanto
que diez años
aguardaba
y él no tuvo
otro cariño
que su cuba y
su Blasa.
El amor no pesa
mucho
pero la cuba es
pesada
y al subir las
escaleras
también Pedrin
descansaba.
Siempre mojados
los pies,
y mojadas las
espaldas
del pecho fuese
picando
y el aliento le
faltaba.
De nuestra
tierra querida
sentía la ausencia
larga,
pero las
ochenta leguas
difícilmente se
andan
teniendo un
pulmón de menos,
Como a Pedrin
le pasaba.
(Llegara pausa
para dar más interés a lo que sigue)
Al despertar de
su sueño
encontrose una
mañana
del hospital de
San Carlos
en la más oscura
sala.
ya perdió el
nombre Pedrín;
número diez le
llamaban
y solo iba
algún domingo
a verle algún
camarada.
Pobre mártir
del trabajo
su triste vida
se apaga
pero el último suspiro
que de su pecho
escapaba,
cruzo por las
galerías
buscando salida
franca;
Siguió por la
carretera
saltando nieves
y escarcha
y aún caliente
con el fuego
de la postrera
esperanza,
llegó al
concejo de Pravia;
beso la rugosa
frente
de su madre
acongojada
y busco tumba
amorosa
entre los
labios de Blasa
( esta relación debe
decirla el actor con marcado acento de verdad y sentido, pero sin darle tono
dramático)…
JUANON.- A poco
me haces llorar
PACHIN.-Coge la
cuba , y en marcha
Tú a la fuente,
yo a mi cuarto
a disponer lo
que falta
que salgo para
la tierra
en el mixto de
mañana
JUANÓN.- Si no nos vemos, adiós…(Le da la mano)
PACHÍN.- Deja que abrace a esa ingrata
Le toma el hombre cariño
Cun el roce hasta a su carga ( abraza la cuba)
JUANÓN.- ¡Adiós
Pedrín”
PACHÍN.- ¡Adiós
Juan!
JUAÓN.- Y que te mejores
PACHÍN.-
Gracias,
Si ya respiro mejor;
Si es aprensión…si no es nada,
Sino que al nombrar la tierra
Quiere salirseme el alma.
¡Adiós!...Cosa de aguadores…
¡Hasta por los ojos agua!
( sube llorando
la escalera y desaparece por la izquierda. Juanón se va por el Foro)
Para despedirme
utilizare lo que canta el coro al final de la obra :
Que
le vamos a hacer
a
sufrir y aguantar
El
que quiera comer,
tiene
que trabajar