miércoles, 18 de abril de 2012

LA ESPADA DE HONOR


La Espada de Honor.
En la noche del  9  de julio de 1892  en el Teatro del Príncipe Alfonso, se estrenó  “La Espada de Honor”, maniobra cómico-lírica militar en un acto y cuatro cuadros; libro de José Jackson Veyán y música del maestro Cereceda. 
Aunque no es una obra  sobre la que se suela escribir mucho,  fue  en su día un gran espectáculo, que alcanzó gran éxito  en Madrid, llegando al extraordinario número  de 300 representaciones, y posterior gira, que la llevó por todos los teatros del país.

PERSONAJES:
José Jackson Veyán: Autor del libreto.
Guillermo Cereceda: Empresario- autor de la música. Natural de Toledo, nació el 10 de febrero de 1844, falleció en Madrid el 24 de octubre de 1919. Cereceda muy  conocido en su época fue compositor, director de orquesta y empresario. José Deleito y Piñuela en “Origen y Apogeo del Genero Chico” lo describe del siguiente modo: “Uno de los hombres de teatro que metió más ruido en el Madrid finisecular, fue don Guillermo Cereceda. Él era, en una pieza, empresario, director de compañía, director de orquesta y compositor de música. Como empresario, en popular, sólo Felipe Ducazcal le aventajó.(…), y el género que Cereceda cultivaba preferentemente-opereta, zarzuela y revistas de espectáculo-solía ser ruidoso o por el escándalo que producían… la gran cantidad de trompas, tambores, cornetas, y demás instrumentos altisonantes movilizados por la batuta en la orquesta o en el escenario, en charangas, pasodoble y marciales desfiles. Por  lo mismo que sus obras eran de aparato, costosas de poner en escena, y necesitadas de auditorios que pudieran costear su montaje, actuaba con preferencia en espacios coliseos.”.



 Jorge Busato: Escenógrafo reconocido, que para la ocasión creo tres decoraciones formidables que levantaron la admiración de público y crítica, creando un efecto de profundidad que requería  la función. Estas tres escenas reproducían: las afueras toledanas;  el campamento de Alijares  en plenas maniobras bélicas por alumnos de la Escuela Militar de Toledo; y un fuerte con bandera española.

Teatro del Príncipe Alfonso: Uno de los teatros de “verano” de Madrid, si bien a diferencia de otros teatros veraniegos, aquél era de más firme y de solida construcción. Se encontraba sito en el Paseo de Recoletos sobre unos terrenos que habían pertenecido al Monasterio de las Salesas Reales- a la altura de los actuales nº 33 a 37 -y se había construido por Simón Rivas siguiendo el ejemplo del Circo de los Campos Elíseos de Paris aunque  aventajando a éste  en magnitud y ornato, como señala Deleito y Piñuela.

Con la excusa de las maniobras militares de los alumnos de la Escuela Militar, Cereceda, coloca en el escenario a unas 120 mujeres vestidas de soldados-alumnos.  Unos meses antes se había  dirigido a Jackson Veyán para proponerle  el asunto, realizando Jackson un libreto ligero, con chistes fáciles que  hicieron las delicias del público; el  espectáculo estaba servido. Cuentan las crónicas de la época, que los ensayos de la obra  se dilataron 9 meses, lo que era un tiempo significativo, dada la rapidez con que se sucedían las obras en el llamado teatro por horas,  y así Deleito y Piñuela señala  que se reclutó el personal del “bello sexo” con cuidado de que fuese lo más “bello” posible, no sólo reforzando el cuerpo de coros, sino contratando buen número de comparsas (el critico del diario “El Día” en la crítica del estreno el 10/07/1892 se refiere a que Cereceda emplea el concurso “de más de cien  coristas, más o menos cigarreras”), ello llevaría a que los alrededores del teatro y del escenario estuviesen habitualmente visitados por jóvenes  en busca de lo que podían encontrar :“Aun siendo grande el escenario del Príncipe Alfonso, no se podía dar un paso por él ni por sus inmediaciones cuando se representaba La espada de honor ; y, si nunca tuvo demasiada buena fama el personal femenino subalterno de aquella compañía, tal acarreo extraordinario llevó allí a innumerables mujeres equívocas, que arrastraron tras sí considerable numero de “moscones”, cortejos y amigos de todos los colores y clases. El teatro se convirtió en un arrabal de “Citerea”, y no ya en los cuartos, sino entre bastidores, eran frecuentes “espectáculos” más vivos y movidos que en escena , obligando a huir de allí a quien no quería participar en ellos”. 
La Ilustracion Nacional 26/07/1892
 
Tuvo Cereceda que contratar a un capitán instructor  que se dedicó a instruir a las muchachas que debían de desfilar de forma marcial  a toque de corneta, y que lo hicieron singularmente bien, como se destacaba por la critica, y además posteriormente al desfile  representar el ataque y defensa del fuerte (descargas cerradas desde dentro y fuera, organización de los asaltantes en escuadras y secciones, presentación de dos piezas de artillería con sus artilleros, disparos (rodilla en tierra). El critico del “Heraldo de Madrid”, conocido como Abate Pirracas, azote de actores y autores, y  al que Jackson dedicó el libreto ( había sido militar y le ofrecía una espada), relata como habiendo asistido a los ensayos previos con tantas mujeres, aquellos se hacía difíciles para el  director de escena, pues las mujeres se dispersaban por todo el teatro, patio, balcones… y hacían caso omiso a las llamadas hasta que  se ordenaba un toque de cornetas y allí acudían raudas a ponerse en formación.  Pero no sólo no escatimó Cereceda, el empresario,  en medio personales, además del coro compuesto por aproximadamente 100 mujeres existía una banda de cornetas, integrada así mismo por mujeres, una banda militar, y llegaba a entrar en el escenario  la caballería  en forma de varios equinos que en alguna ocasión como veremos más tarde motivaron alguna anécdota;  se decía por algún critico que llegó a invertir 9.000 duros de la época, y se alabó unánimemente  el vestuario: los uniformes por su preciosismo y calidad y las armas hechas ex profeso para el tamaño de las soldado. ”Pepe Jackson  ha querido dar ocasión y motivo a Cereceda para que pruebe algo que tiene sobradamente justificado: sus buenas dotes de compositor y su gran habilidad como instructor de reclutas. Imponer a un crecido numero de éstas del coro y á no pocos figurantes, la autoridad necesaria para que observen el orden y la compostura que se exige en las filas del ejercito, alcanzar a que aprendan a la perfección el “manejo del arma” y marchen con marcialidad, poseídas de su papel, y hagan fuego con sus preciosos fusiles, es obra de romano”. ( El Heraldo de Madrid 10/07/1892).
“Advertimos á los que no hubiesen visto un simulacro militar, que puede apreciarlo en todos sus detalles en el Príncipe Alfonso con la ventaja de que no ofrece peligro, pues  ni hay disparos ni descargas, los primeros son con sordina y éstas últimas eléctricas. La pólvora es de la últimamente descubierta, sin humo, como cerillas de Cascante y las balas del sistema perfeccionado… de chocolate”( El Día 10/07/1892).
 “Desde que se levanta el telón y escucha el publico la alegre introducción y la chispeante primera parte del libreto empezaron a aplaudir y la hilaridad, que sin esfuerzo promueve Jackson en los animados diálogos del primer cuadro “Paz y Guerra” (Diario de Córdoba , diciembre de 1892)
“…el entusiasmo del público rayó en delirio. El desfile de fuerzas, en que figuran todas las armas, con elegantes uniformes, material y equipo y armamento exacto y además a los acordes de una banda militar y la carga con banda de cornetas formada por señoras del coro, produjo un efecto grandioso y deslumbrador, haciendo proferir al público en atronadores aplausos. La representación termina con la toma de la bandera y del reducto obteniendo un alumno la Espada de honor. Al final el Sr. Jackson y el maestro Cereceda, que ha escrito una música inspiradora, graciosa y en extremo brillante fueron llamados infinidad de veces al palco escénico (Ilustración Nacional 16/07/1892).
Tal es el éxito de la obra, que de las cuatro funciones diarias del teatro, en dos de ellas la segunda y la cuarta se representa la Espada de Honor, y el  “todo “ Madrid  acude al Príncipe Alfonso; y así aunque en los periódicos se anuncia que la Infanta Isabel ( conocida popularmente en Madrid como “La Chata” ) acudirá al teatro, finalmente lo hace el 13 de julio de 1892 acompañada de Su Majestad la Reina “permaneciendo en el palco regio desde el principio de la segunda función hasta que terminó la cuarta, de manera que presenciaron las dos representaciones de la Espada de Honor. En una y otra las reales personas aplaudieron las maniobras militares del improvisado batallón de alumnos o alumnas.
En el teatro no había ni una localidad vacía en ninguna de las funciones, componiéndose el público de lo más selecto de la sociedad madrileña. La espada de Honor gusta cada vez más y esta dando grandes rendimientos a la empresa (Iberia 14/07/1892).


De las múltiples anécdotas que propició la obra, voy a destacar dos:   cuenta   “El reservista” de 20/06/1893 que encontrándose Cereceda  en Algeciras se le ocurrió ir a Gibraltar  a dar alguna representación  de la “Espada de Honor”: “llegó a aquella plaza de guerra, en poder de los ingleses y tuvo noticia el general gobernador de que en el barco en que iba la compañía iban también fusiles, cañones, espadas, sables etc. de guardarropía, por supuesto. El celoso militar inglés se negó rotundamente a que aquellas “armas” entraran en Gibraltar y cuando supo que el autor de La Espada de Honor es Jackson (apellido inglés) se desató en improperios contra los ingleses que escriben “cosas” para que entren armas en Gibraltar
Cereceda.-¿Pero por Dios!...
Gobernador.-No puede ser.
Cereceda:- Por estas muchachas tan bonitas que vienen conmigo ¿no lo hará usted?
Gobernador.-¡Ah!,¡Oh!, ¡Yes!, mi temer una invasión…”

Con ocasión de las representaciones de Sevilla, el actor que figura jefe del ejercito lleva tan obligado las riendas del caballo que monta que esté retrocede hasta unirse con los que montaban las coristas que figuran cadetes de caballería. Temiendo ser atropelladas las coristas de la banda de cornetas y alguno músicos de la banda militar buscan salvación tirándose del escenario al público, varias coristas caen  contra un atril o la barandilla que separa el foso de la orquesta lesionándose y también  el director de la banda militar  que cae sobre el bombo de la orquesta.

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